En algunos casos, como en este testimonio y mensaje, pesan y cuentan tanto como el tiempo y el dolor transcurridos. Hay libros que son como algunas semillas, saben esperar hasta que sienten que deben salir a la luz.
No en balde los libros tienen mucho de árboles. Este había esperado más de cuarenta años para germinar. Es, desde entonces, más que el grito de un libro nuevo que pretende ser escuchado por todos, el susurro de un libro viejo que sabe cuántos lo escucharán. Han de ser los que tengan corazón en sus oídos.
Por aquellos años José Caballero, el autor, sufrió en carne propia la represión del nuevo sistema político que había prometido la igualdad a todos los cubanos. Un régimen castro comunista que ya no es un secreto para nadie en lo que a violación de los derechos humanos se refiere. La falta por la cual se le juzgaba era la de ser cristiano.
Esto, como ser religioso de cualquier denominación, ser simpatizante de otras ideologías políticas, ser homosexual o, simplemente, tener ideas propias y expresarlas, eran «son» los pecados capitales que castigan los gobiernos revolucionarios que dicen ser “del pueblo y para el pueblo”. Una cosa si es verídica, dichos regímenes siempre cumplen con el propósito de igualar a toda la población, pero nunca en un plano de bienestar económico sino de penurias. Hambre, destrucción, miseria, represión, muerte, son los mayores resultados detrás de los discursos oficiales de estas torpes e ineficientes tiranías de lo absurdo y de la envidia.
Como muchos jóvenes de su tiempo, José Caballero Blanco, un chico bautista de solo diecinueve años edad, tuvo la experiencia más amarga que, irónicamente, se ha vivido en los dulces campos de caña cubanos, después de la esclavitud. Una vivencia que, tanto a él como otros que lograron sobrevivir a tales escarnios, les dejó inevitables huellas de dolor.
Cada una de esas huellas es una evidencia ineludible a favor de la justicia que se habrá de impartir mañana en una nueva sociedad verdaderamente democrática. Justicia, no venganza, reclama Caballero en este su alegato. Él, ha sido capaz de pasar la página del odio, sacar una enseñanza de aquella etapa que le tocó vivir, y perdonar. Quien vive cargando rencores, esclavo se vuelve de ellos. Por eso nació este libro, para soltar el lastre del pasado. El pasado es un lastre, cuando insiste en quedarse en el presente. No se trata de olvidar los flagelos causados por la tiranía castrista sino de aprender de los mismos y sobrellevarlos como a un defecto físico que no se puede ocultar. Cuando llegue la hora del cambio harán falta muchas ganas, muchas manos, muchas mentes y muchas palabras, pero no de rencor y venganza sino de conciliación. Con odio no se reconstruyen pueblos.
Obtenlo en: www.amazon.com